miércoles, 11 de noviembre de 2009

:cumpla esta entrada la función catártica

Vale, tengo la impresión de no tener que dar explicaciones. Estas son las confesiones de una persona con una indentidad nacional frustrada:

En fin, siempre veré mi vida como partida en dos: la de allí y la de aquí. La que viví desde el 2 de diciembre de 1992 hasta un cierto día del verano del año en el que yo iba a cumplir 10 años, y la que he vivido desde aquel momento hasta hoy día. La vida que tuve en Polonia y la que tengo aquí.

Podría suponer que lo que experimenté en aquellas "tierras lejanas" tampoco tenía que haber repercutido en mi personalidad tanto, puesto que no me acuerdo de la mitad. Pero no. Puede que dentro de unos años haya vivido más de la mitad de mi vida en Murcia, pero jamás podré considerarme española; jamás podré dejar de sentir nostalgia al pensar en la cultura polaca.

Sí, es nostalgia, no es "echamiento" de menos; es algo más sutil y a la vez, más profundo. Creo haber superado el echar de menos a mi familia; de hecho, que le siente a mi familia como quiera, pero no los echo tanto de menos. Porque mi familia es mi familia, podemos llevarnos como nos dé la real gana.

Me siento más de allí que de aquí cuando contemplo el arte o estudio historia, por ejemplo. A mí no me "llega" como ciudadana la época franquista o ningún otro acontecimiento histórico que haya afectado a España (sí me llega como persona, tampoco soy a-sentimental); pero sí me toca las narices la ocupación nazi o la época del comunismo. Al igual que me siento identificada con el arte polaco; aunque sean la música. Un ejemplo de ello, una canción preciosísima:



Y he ahí mi frustración: que no me siento lo suficientemente polaca como para defenderlo. Me pasa muchas veces, me siento demasiado ignorante como para hablar de algo. Me siento demasiado ignorante para hablar de una experiencia que realmente no he vivido.

Podría poner millones de ejemplos de casos particulares en los que no me atrevo a defender algo (llamémoslo "ideas", aunque en realidad se trate de manifestaciones nacionales). La principal razón es que siento que esas ideas me pertenecen a mí, pero yo no pertenezco a ellas, suponiendo que ese sería el caso más claro de una relación que llevaría al sentimiento de identidad nacional.

Por ello, me paro a deleitarme con lo que me puede proporcionar aquel país en silencio. Claro, delante de un no-polaco puedo defender todo lo polaco. Pero a los ojos de un polaco no soy plenamente de su plebe. También es verdad que "paella, tortilla and bulls are very good, ¡olé!" pero que jamás me sentiré española.

Yo disfruto de ese gran privilegio que me ha supuesto poder conocer una cultura ajena a la mía tan profundamente, pero es que... yo no conozco la mía. Una vez mi madre me preguntó que si me arrepentía de haber venido a vivir aquí; mi respuesta fue "No, desde luego que no, pero me gustaría haber experimentado una adolescencia polaca". Esa fue una pequeña parte de lo que siento, una metáfora que en realidad esconde muchísimo más. Y me siento sola, yo en mi confusión, dándome cuenta de la importancia de una identificación para los seres humanos.

También, más de una vez me he preguntado en las clases de historia cómo todos los griegos, italianos y alemanes (unos pocos ejemplos) se pusieron todos de acuerdo en que eran de la misma nacionalidad. Resulta que mi pregunta es absurda para una persona cualquiera que ha vivido toda su vida en un mismo país, porque un alemán es un alemán porque sí, mientras que yo seguiré sin saber cómo lo hicieron.

No es nada relevante para la humanidad, pero tenía que vomitarlo.
A ver si alguien me responde a cómo lo hicieron.

miércoles, 8 de julio de 2009

hallelujah sonando a Ofelia

"I heard there was a secret chord;
you played and it pleased the Lord,
but you don't really care for music,
do you?"
Hallelujah, Leonard Cohen
Con estos versos comienza la primera estrofa de Hallelujah. Expresión hebrea, esa canción que en la forma y el fondo no tiene que ver con la Biblia y que fue interpretada por los mejores artistas. Entre ellos estuvo Jeff Buckley.

Lejos de ser una interpretación a lo American Idol, aunque es verdad que la canción permite presumir de voz si uno la tiene, es limpia y emotiva.


Un cover de una canción de Cohen. No parece gran cosa, doscientos artistas más lo hicieron; sin embargo, algo tuvo que tener para obtener un éxtio tan grande como para aparecer en el puesto #259 de la lista "The 500 Greatest Songs of All Time" de la revista Rolling Stone, donde se resume el legado del buen rock de autores como Bob Dylan, los Beatles, los Rolling Stones, Led Zeppelin, Beach Boys y otras leyendas.

Sin embargo, hay una gran diferencia entre Buckley y los demás. Por ejemplo, en la lista aparecen varias canciones de distintos discos de Led Zeppelin: Stairway to Heaven (#31), Whole Lotta Love (#75), Kashmir (#140), Black Dog (#294), Heartbreaker (#320) y Ramble On (#433). Canciones compuestas por los componentes de Led Zeppelin. Pero "Hallelujah" original es de Leonard Cohen, y en la lista tampoco aparecen más canciones de Jeff Buckley. Aunque pueda parecer todo lo contrario, son dos razones más para adorar el trabajo de este californiano.

Por una parte, deshace el prejuicio de que las segundas versiones o partes nunca fueron buenas. Más allá de las cuestiones de gustos, es bien sabido que no es la misma "la Chica de Ayer" de Enrique Iglesias que la de Nacha Pop. Pocos han sido los casos en la historia de la música en la que los covers fueran igual de admirables que las canciones originales, siendo los más conocidos "Knocking on Heaven's Door", original de Bob Dylan y el cover de Guns n'Roses, y "Whiskey in the Jar", una canción popular irlandesa interpretada por Metallica. "Hallelujah" también fue uno de esos casos.

Por otra parte, no aparecen otros trabajos de Jeff Buckley en la lista. Tampoco había de donde sacarlos. Jeff Buckley grabó un único disco. Grace, porque así se llama, fue el primer y último CD grabado antes de la trágica muerte del cantante el 29 de mayo de 1997. Murió ahogado en el Wolf River Harbor en Memphis, después de que decidiera bañarse en el río completamente vestido y cantando "Whole Lotta Love". A diferencia de otras estrellas de rock, la autopsia reveló que las drogas no tuvieron influencia alguna en el acontecimiento. Murió a los 30 años.

A pesar de que considerar la lista de Rolling Stone y las canciones de Buckley pueden someterse al juicio de cada uno, muchos son los que reconocieron el talento de este músico. PJ Harvey canta "In Memphis / die suddenly / at a wonderful age / we're ready to go", mientras que la canción de Rufus Wainwright "Memphis Skyline" fue inspirada en el por completo:
"then came hallelujah sounding like Ophelia,
for me in my living room,
turn back and you will stay
under the Memphis Skyline."

Y yo aveces me pregunto si es casualidad que gente como él muera tan temprano.

martes, 7 de julio de 2009

Is he living or is he dead?

Sobre Fiódor Dostoievski:
"El 28 de enero de 1881, moría. A esas alturas era el escritor más admirado de Rusia y se había convertido en un auténtico referente espiritual para muchos."

El Talón de Aquiles, César Vidal
Me recuerda mucho una historia de Mark Twain, (ni idea del título de la adaptación en castellano, en inglés "Is he living or is he dead?"; sería algo así como "¿Está vivo o está muerto?") y no precisamente por similar, sino por diferente.
"Well, then, by way of preamble I will ask you to note this fact in human history: that the merit of many a great artist has never been acknowledged until after he was starved and dead."

"Bueno, entonces, como preámbulo te pediré que te des cuenta de este hecho de la historia de la humanidad: que el mérito de muchos de los grandes artistas nunca fue reconocido hasta después de que murieran de hambre."
(Traducción libre, lo sé, pero ese es el principal mensaje.)
Este es un extracto de la historia en la cual un grupo de jóvenes artistas decide simular la muerte de uno de ellos para así conseguir reconocimiento, y dinero. Me chocó mucho, a pesar de ser tan obvio. De hecho, es lo que me abstiene (entre otras cosas, que quede claro) de dedicarme a la preciosa labor artística antes de conseguir una formación reconocible que pueda darme de comer, cosa que tenía clara desde que por primera vez cogí papel, ceras y lápiz (léase: desde siempre).

Y siguiendo yo mi interés, casi obsesión, por relacionar mentalmente todo tipo de acontecimientos, se me encendió una bombilla cuando coincidió esta frase que tan grabada tengo en la mente, la lectura del libro en el que se menciona a Dostoievski y el funeral del Rey del Pop.

¿Quién no conoce, aunque sea por encima, la vida de Vincent van Gogh? Hijo de un pastor metodista, es de relativamente gran conocimiento que durante su vida permaneció en la pobreza. Ahora es considerados uno de los grandes pintores de la historia del arte, autor de cuadros geniales, de los archiconocidos girasoles y de obras fantásticas como la que introduce esta entrada; pinturas llenas de fuerza, emoción y color. Pero nadie se lo dijo mientras vivió.

No obstante, a Dostoievski, al parecer, sí se lo dijeron. ¿Qué tuvo el escritor moscovita que no tuviera el gran pintor? Fueron contemporáneos, pero vivieron en dos mundos completamente distintos. Van Gogh vivió en una Europa relativamente libre, mientras que Dostoievski experimentó en su propia piel la represión zarista cuando fue deportado a Siberia y a punto de ser fusilado por supuesta conspiración contra Nicolás I.

Aunque la acusación por conspiración fue una confusión, añadió existencialismo y, sobre todo, crudeza a sus palabras. Nada mejor que un Crimen y Castigo o unos Hermanos Karamázov para aquella situación social y económica: análisis de la complejidad del alma humana en plena miseria campesina y despotismo del zar. Desde luego había mucha más posibilidad de que las masas se sintieran identificadas con aquello que con un paisaje de ensueño o con flores reproducidas con una técnica impecable. De todas formas, la principal característica del arte es su atemporalidad: tanto como la literatura como el espejo de la sociedad como la pintura, eran, son, y serán arte. Tal vez la primera fuera más inmediata y proporcionase más reconocimiento en su momento que la segunda, pero tanto Dostoievski como van Gogh eran, son y serán artistas.

"Las obras maestras del arte tienen a los ricos por esposos, pero a los pobres por amantes."

Nada más cierto. Claro que no significa que los ricos no tengan ni idea de arte, pero sí que las masas son lo que proporcionan ese dichoso reconocimiento. Si no fuera por ellas, los grandes conaisseurs no tendrían ni idea de que existe alguien allí.

Sin embargo, en estos días, son los medios de comunicación los que promocionan personajes que creen ser artistas. En estos días, los artistas son más valiosos y más escasos que los diamantes, porque ahora uno no puede identificarlos: el pseudoarte es igual de archiconocido (basta con más de una semana en los 40 principales) y todo lo que es conocido pretende ser llamado arte. Pero sólo los artistas que realmente lo son, permanecerán para siempre.

Y creo que Michael Jackson es uno de ellos.
Porque cosas como éstas, pocas.

lunes, 6 de julio de 2009

señor Shakespeare, no estoy de acuerdo con Vd.

Esto no es ninguna reivindicación pro-libertad de expresión, esto es la consecuencia del shock que te produce leer una frase que te hace flipar en colores.

"Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras."

Oh, Dios. Se me acaba de caer un mito. Yo que le consideraba el virtuoso de las palabras sabias y astutas, más que ningún filósofo. Después de que de su privilegiada cabeza salieran tantas verdades como paredes ¿cómo pudo William Shakespeare decir tal estupidez?

Quiero creer que no he entendido el mensaje subliminal de esta frase. Quiero creer que soy demasiado ignorante como para entenderlo. Y si no, quiero ser la esclava de mis palabras.

Más que querer, lo necesito. Necesito decirle al mundo palabras, palabras, palabras. Mis palabras. Necesito conjugar los verbos en la primera persona del singular. Necesito tener mi papel en lo que hemos conseguido a través de la historia. Y ser consecuente, o ser esclava, llámese como quiera.

Pero, ¿es realmente tener que ser consecuente con tus palabras una esclavitud? Entiendo que sir William Shakespeare vivió en otra época, pero es que si fuera por gente como él, nosotros seguiríamos en las mismas condiciones. Entiendo que hay gente a la que no le gusta hablar, a la que no le gusta buscar argumentos, a la que no le produce un escalofrío placentero mantener una discusión polémica, a la que no le gusta creer en sus palabras por si se equivocan o por si los aplastan, pero es que si fuera por ellos, seguiríamos en la época de Shakespeare.

Y en este momento se me viene a la cabeza todo tipo de gentes. Se me viene a la cabeza Hitler, capullo como pocos, pero tuvo la puñetera valentía de ser esclavo de sus palabras y de ser consecuente, y gracias a ello hacernos ver que lo que éstas valían. Hitler dijo "no me gustan los judíos" y ya vemos lo que hizo. Fue consecuente, y se suicidó. Pero se me ocurre también un tal Dubcek. El sujeto protagonizó la Primavera de Praga: en pleno comunismo en Checoslovaquia no se le ocurrió otra cosa que llevar a cabo una política (mucho) más liberal. Fue consecuente, y cuando los mandos soviéticos consiguieron quitarlo del poder, obviamente dejó de ser un político de élite y se pasó el resto de su vida de forestal.

¿Es a ello a lo que el autor británico tenía miedo? ¿A tener que suicidarse, a pasarse el resto de su vida de forestal? En fin, ¿a la derrota porque a otros no les gusten nuestras palabras?

Tenemos lo ya conseguido, para aprender de ello, y eso es lo más importante, para no ser esclavos de palabras inciertas, para tener argumentos por los que creer en las nuestras. Pero para conseguir algo nuevo tendremos que ser esclavos de palabras nuevas. Allá ellos si a los poderosos no les gusta. Como mucho, nos aniquilarán, pero nosotros habremos hecho lo nuestro.

Me ha decepcionado, Shakespeare. Y ya no tiene por qué ser en el ámbito de la política, por las vidas singulares también. La opinión, cosa tan
peligrosa, pero a la vez tan valiosa.